sábado, 25 de enero de 2014

Teatro La Caridad de Santa Clara

EL COMENDADOR CARUSO Ningún sitio de las instalaciones benéficas que procreó la Benefactora carece de un espíritu inigualable. La patriota las observa a diario en el decurso; a unas las aplaude, porque su obra para la Patria Chica sigue inalterable; en otras se sorprende, con enfado, por la desmemoria, el abandono y el escaso estudio historio¬gráfico que da continuidad a volúmenes y juicios emitidos antes. El investigador Enrique Río Prado al abordar hace unos años la presencia de Caruso en Santa Clara, decía que «[…]—has¬ta el presente parece haber pasado inad¬vertida por nuestros coterráneos—, [y] reviste una especial significación en el desarrollo de nuestra cultura local. Sin embargo, los villaclareños nos hemos dado el lujo en todos estos años de ignorarla o, en el ¿mejor? de los casos, de restarle importancia.»(1) Tal vez tenga cierta razón; y el hecho puede extenderse también a la trunca historia del Coliseo Mayor, recogida de una manera fragmentaria en la monografía El teatro La Caridad en la expresión sociocultural de Santa Clara, de Hernando Serbelló, Pilar Ferreiro y Carlos Venegas.(2) Digo cierta razón, porque la historia y los estudios posteriores andan desperdigados en la prensa periódica; también en investigaciones de conservadores y constructores enfrascados en sostener «a brazo partido» la legendaria vida del edificio. Las más significativas figuras de la escena cubana y extranjera del teatro, la música y la danza, de un modo u otro, tuvieron en estos 125 años un espacio definido en «La Caridad», y el caso del divo italiano Enrico Caruso, a veces conduce a inexactitudes, exageraciones y hasta especulaciones históricas referidas a su estancia en Santa Clara entre el 13 y el 19 de mayo de 1920. Tanto Río Prado como Marino Froilán García Machado —un investigador de la localidad que apeló a los medios digitales para divulgar la presencia de Caruso en Santa Clara— no advirtieron en las revisiones de la prensa, en particular de La Publicidad y el Heraldo de Cuba, aspectos contenidos en un artículo que Ismael I. Rosell incluyó en la edición 235 de El Villareño, correspondiente al sábado 5 de octubre de 1957. el-villareno-4-small-para-el-blog.jpg Artículo que escribió Ismael Rosell para la edición de El Villareño con el propósito de aclarar imprecisiones sobre la estancia de Caruso en Santa Clara. Prolija la información que suministra Rosell —sin demeritar las contenidas en las dos restantes fuentes—, para abordar aspectos del contrato que suscribió con el empresario Adolfo Bracale, en el hotel Sevilla, de La Habana, el 11 de mayo de 1920, refrendaron las partes que: « A)- Presentar en el teatro LA CARIDAD de Santa Clara, para celebrar una sola función, la compañía de Operas del Comendador Enrique Caruso, con la orquesta completa de la misma, dirigida por el maestro Cav. Adolfo Padovani, el día 17 de junio entrante; B)- Que el precio convenido por esta sola función es $ 22 mil 500 pagaderos por adelantado: $10 mil al suscribirse este convenio y el resto, $ 12 mil 500 el día antes de salir para dicha Ciudad la Compañía; C)- Que el señor Rosell se reserva el derecho de escoger entre las distintas operas del repertorio cantado por Caruso en la temporada del Teatro Nacional, y con el mismo reparto del elenco artístico que en este teatro la representaron, lo que indique para ser montada en su teatro de Santa Clara; D)- En este acto el señor Rosell elige, y queda aceptada la elección por parte del señor Bracale, el programa presentado en el homenaje al Com. Caruso en el Nacional. E)- Que los gastos de transporte y estancia de la compañía en Santa Clara corren por cuenta del señor Bracale y los gastos de teatro, propaganda, etc., corren por cuenta del empresario Rosell. F)- Que el señor Rosell se reserva el derecho de exclusiva para la provincia de Santa Clara, y por tanto esta Compañía no podrá actuar en ningún otro teatro de aquella región hasta pasados 90 días de celebrada la función en el teatro LA CARIDAD. G)- Que el incumplimiento de este convenio por cualquiera de sus partes contratantes será indemnizado así: Perdiendo el señor Rosell la cantidad entregada, caso de ser el infractor, o reintegrando el señor Bracale el depósito que constituye dicho anticipo, consistente en la cantidad expuesta de $ 10 000 más $5 000 de indemnización, a cuyo efectivo queda por esta parte contratante hecho el consiguiente depósito de $ 15 000 en el Banco Gelats.»(3) El programa escogido, dice, abordó: «Primera Parte: Tercer acto de “Elixir de Amor” (Romanza de “Una lágrima furtiva”), con el reparto: (Nenorino) Enrico Caruso; (Adina) Pina Caravelli; (Belcone) Taurino Parvis; (Dulcamena) Giussepi Lapuma, y (Ciamettai) María Alemani. Segunda Parte: la Opera Il Pagliacci, de Leoncavallo, con los intérpretes: Enrico Caruso, Ricardo Sttraciari, Carmen Melis, Salostio Civai, así como Ludovico Olivero.»(4) Los precios de las entradas fueron abultados en palcos, tertulia con delantero y la cazuela. La recaudación ascendió a 23 mil 390 pesos, y la utilidad final fue de 2 mil 800 tras la venta de 760 localidades de mil 200 asientos disponibles. Declara Rosell que «[…] ordené rellenar las localidades vacías, así como los pasillos —en los que de pie se situaron más de 900 espectadores con gracia de entrada— con las personas seleccionadas entre el gentío que, exteriormente se había estacionado alrededor del teatro anheloso de oír desde la calle la portentosa voz del eximio cantante.» Eso contradice lo suscrito por algunos estudiosos que afirman, según informaciones no recogidas en la prensa periódica, que fue Caruso quien sugirió invitar al público que no tuvo acceso a la instalación a que llenasen todas las áreas vacías en «La Caridad». Sustenta, además, el empresario que «[…] en más de una ocasión [Caruso] exteriorizó su regocijada gratitud al hablar de la hospitalidad villa¬cla¬reña.» Párrafo seguido, aclara tras la partida del tenor en la mañana del 19 de mayo de 1920 hacia la Perla del Sur: «Al enterarse los cien¬fue¬gueros de la contrata hecha por nosotros no quisieron quedarse a la zaga e hicieron las consiguientes gestiones para que a ellos también les vendieran una función. Al efecto recibimos la oferta de Bracale de rebajarnos $2 mil 500 del precio convenido en nuestro contrato; oferta que fue aceptada y motivo que originó la visita de Caruso a la Gran ciudad Sureña.». El jueves 17 de ma¬yo, en la noche, ya había actuado en «La Caridad», lo corrobora la edición de La Publicidad del día siguiente.(5) ALICIA ALONSO EN ESCENA Desde principios de la década de 1930 Santa Clara insistió en fomentar una tradición por la enseñanza del ballet. En más de una ocasión la pedagoga e investigadora Martha Anido Gómez lo ha afirmado y demostrado. Todo se debe a las labores de Marianela Bonet y de la rusa Nina Feodoroff en las aulas de la Escuela Normal de Maestros, y esporádicas presentaciones en el teatro La Caridad. Con los años, Marta Anido creó su Academia privada; asistió a cursos de verano que impartían Alicia y Fernando Alonso en La Habana, y el asentamiento de la tradición propició que el miércoles 22 de abril de 1953, por vez primera, el Ballet Alicia Alonso actuara en «La Caridad». Fue Coppelia—con música de Leo Delibes y coreografía de León Fokine— la pieza escogida en aquel entonces. Hablar de «La Caridad» es sostener un pacto inconcluso con la historia de la localidad. No obstante, lo anterior explica cómo, desde aquella época, tal vez remontando la historia del primer teatro que en 1822 existió en la localidad para representar acciones dramáticas y danzarias, la presencia de Alicia Alonso, la prima ballerina assoluta, sea una constante entre nosotros. Al menos, en tiempos en que, a partir de 1964, «La Caridad» estuvo cerrado por acciones de restauración que obligaron a «clausuras prolongadas», Alicia Alonso y el Ballet Nacional de Cuba, de un modo u otro, son los encargados de reabrir las temporadas para que las alegorías al Genio, la Historia y la Fama, pintadas por el filipino Camilo Salaya, pidan silencio al espectador.







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